SOBRE LA MOVILIZACION DE RECHAZO A LAS ACCIONES DE LAS FARC


Días de movilización en las calles. Esta vez es rechazando la muerte de los militares y policías rehenes de las Farc y exigiendo paz. En esa avalancha mediática de gritos, mensajes y entusiasmo se echa de menos  una verdadera sociedad civil autónoma y poderosa. Las marchas por la paz y contra la violencia parecen ser modas y responder a coyunturas, que se promueven desde los medios de comunicación, que en Colombia ciertamente obedecen a poderes no siempre imparciales. La última marcha fue hace tres años y también contra las acciones mortales de las Farc, que cada día más se desliza por una pendiente de violencia y enajenación. Pero la movilización convocada en cada coyuntura macabra, citada y promovida desde los medios, se ve huérfana de convocatoria ciudadana que le infunda la fuerza que  mueve hoy la historia de otras naciones y pueblos. Pensemos en los indignados, en los jóvenes en los países islámicos o en el propio occidente capitalista..

Así las cosas, estas movilizaciones se reducen a un magnifico instante de bulla, que se pierde hasta la próxima masacre conmovedora. No se cristaliza en poder ciudadano, como ocurrió, por ejemplo en España donde a cada muerte de la ETA, se presentaba una movilización de rechazo, que era acompañado por los medios, pero no dirigido por ellos. Los de los medios consideran que ellos interpretan a los ciudadanos, pero nos es así, lo que pretenden hacer es orientarlos según sus opiniones.

Los peligros de este tipo de movilización es que una marcha que se orienta contra un actor del conflicto nacional coloca argumentos y fuerzas de un solo platillo de la polarizada realidad colombiana. Una movilización ciudadana, autónoma insisto, que aporte, y quizás sea definitoria, a la identificación y encuentro  de  una salida pacífica y justa del conflicto armado no debería colocarse de un solo lado. Si la idea insignia de la marcha del 6 de diciembre no se orientara contra un grupo actor, sino, por el contrario, contra la violencia como forma de acción política, y naciera de la fuerza de la ciudadanía, seguramente podía superar un espíritu violento nacional, que parece predominar en muchos sectores,  y que nos conduce permanentemente a la guerra estimulada por el desquite y la venganza.

Esta crítica a la forma coyuntural y subordinada de la movilización, no es un pretexto para no pronunciarse contra las acciones desquiciadas de las Farc, contra sus argumentos descabellados, contra sus gigantescos disparates,  como el de pretender que la muerte de los “retenidos” durante décadas, se explica porque el gobierno ya sabía que podrían ser liberados o porque el Estado tiene en condiciones lamentables a los presos políticos.

Pero, los horrores del conflicto nacional, no nos debe cegar ante la inmadurez, superable, de la sociedad para cambiar esa situación de violencia ya centenaria. Que se insista en promover movilizaciones para rechazar una acción macabra para luego seguir en la rumba nacional, no es el camino. Pareciera que las llamadas  mayorías del país actúan movidas por paradigmas mentales formados en el pantano de guerra que hemos vivido las últimas generaciones. 

Claro que hay que movilizarse, pero tenemos que reconsiderar el cómo analizamos el problema, con que herramientas filosóficas, axiológicas y creativas lo analizamos todo. Vale la pena recordar caminos libertarios movidos por la resistencia y la acción pacífica, que derrotaron imperios arrogantes y violentos. 

SE DERRUMBÓ LA UNIVERSIDAD CON ÁNIMO DE LUCRO

Qué bien: se derrumbó la iniciativa de promover universidades subordinadas a los intereses empresariales que no siempre coinciden con los intereses y las necesidades de sociedad y la naturaleza. La lógica del mercado no puede ser la fórmula para todo en la vida!. 

Si la universidad, controlada por los más poderosos intereses, se dedica a formar trabajadores para ese tipo  de empresa, tendríamos una generación de profesionales orientados con esa  lógica  de ganancia, partidarios ideologizados y acríticos del ambiente neoliberal de la llamada libertad total de mercado: estaríamos frente a la agresión cultural de unos intereses inmediatistas corporativos. 

Si, de otra parte, estas universidades promueven la investigación para los negocios orientados por la lógica del consumo desmesurado y la rentabilidad de esos grupos,  estemos seguros que las necesidades, ecosostenibles, presentes y futuras de la sociedad, estarían en un segundo lejano lugar: terminaríamos con una ciencia mercenaria que divulgaría exclusivamente los conocimientos que le sean favorables a la organización empresarial que los financia y guardando, o peor que terminaría escondiendo, los conocimientos y eventuales descubrimientos que les disgusten a los financiadores privados de la universidad. Por ejemplo (y me refiero a un caso ya ocurrido en el siglo XX) si los académicos de esas universidades crearan una tecnología que permitiera fabricar bombillos de larguísima duración y bajo consumo de energía, no es difícil adivinar que los financiadores la ocultarían, pues ese no sería conocimiento beneficio a sus intereses de vender y vender, pues producir cantidades es su  propósito  central,  así la consecuencia sea que se consuman recursos naturales en exceso e innecesariamente.   

Esa iniciativa nefasta, la derrotó la opinión pública liderada por las comunidades universitarias, estudiantes, profesores y directivos,  que creemos en la libertad de cátedra, de investigación y de creatividad, puestas al servicio de la sociedad presente y futura y nunca subordinada a los intereses mezquinos del dios mercado.

Si, que la de la universidad bajo el control de las corporaciones empresariales, se haya desechado, por ahora, es una muy buena noticia.

Día de ellas: meta de todos

Dedicar un día para reconocer y resaltar  todo lo que contribuya a eliminar la discriminación contra la mitad de la población humana, la mujer, es ciertamente valioso y necesario. El ocho de marzo es un grandioso día, ciertamente de interés vital para la sociedad, que como tantas cosas se han convertido por el afán del mercado, en un día comercial, pero que merece ser mirado desde otros puntos de vista.
Sabemos que la lucha contra las múltiples expresiones de la discriminación originada por la diferencia de género  tiene una larga historia que se extiende desde la propia antigüedad griega hasta nuestros tiempos. Lisístrata, personaje de Aristófanes,  (444 - 385 a.n.e.) recuerda la lucha de la mujer contra la insistencia de los hombres en hacer la guerra y no el amor. En la modernidad durante la Revolución francesa, las mujeres parisinas participaron exigiendo, con los hombres,  libertad, igualdad y fraternidad pero la revolución no reconoció finalmente el sufragio femenino. Olympe de Gonges redactó "los derechos de la Mujer y la Ciudadana", participando activamente en toda la lucha política e ideológica de la revolución, hasta el punto de terminar como víctima del régimen del terror. Esas luchas por el reconocimiento de los derechos básicos políticos para la mujer no alcanzó  su coronación sino hasta el siglo XX, luego de luchas centenarias de sufragistas, feministas y revolucionarias, hasta el punto de poder afirmar que entre las transformaciones más profundas que nos ha dejado el siglo XX están las que podríamos denominar la revoluciones femeninas que han permitido que la mujer esté hoy presente en todos los espacios de la vida social, economía y política.
Conviene recordar que fue en 1910 cuando en la segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialista reunida en Copenhague, Dinamarca,  se adoptó la resolución por la cual se señalaba un día al año, el 8 de marzo, como Día Internacional de la Mujer. Las preocupaciones inicialmente se centraban en la emancipación política de la mujer. Pero durante el siglo XX, el debate y la lucha de las mujeres, y finalmente de toda la sociedad, han cubierto no solo el tema de la emancipación política, sino también  la lucha contra muchos aspectos de nuestras sociedades que generan una brecha que afecta negativamente a la mujer y por ello a toda la sociedad.
Hoy, reconocemos, el debate sobre la igualdad y equidad de género aborda temas como:
  • Lucha para desterrar  la violencia contra la mujer y la violencia intrafamiliar.
  • Igualdad de oportunidades laborales y educativas.
  • Cese de la discriminación en las relaciones laborales.
  • Soluciones al problema de la doble y triple jornada de trabajo, con el consiguiente debate sobre el compromiso de los hombres en las labores domesticas.
  • Equidad en la participación de la mujer en la dirección del Estado y las instituciones de la sociedad civil.
  • Discriminación positiva favorable a las mujeres que encabezan familias, en especial en comunidades vulnerables.
Ciertamente lo esencial de este problema, que tiene expresiones en tantos momentos de la cotidianidad, consiste en reconocer que es en el escenario de los Cambios Culturales, donde se transformará esta situación histórica. Es necesario pensar en los mecanismos educativos, políticos y culturales que permitan superar las pautas consientes e inconscientes que orientan el pensamiento y el comportamientos machista que tan profundamente está sembradas en la mente de todos nosotros, hombres y mujeres.
 En este proceso de transformación social podemos y debemos participar los hombres. Muchos lo han hecho en el pasado y no por ello se ablandaron en su masculinidad: Por ejemplo los precursores del Cooperativismo y del Socialismo asumieron estos debates proponiendo cambios en la sociedad para superar la discriminación:  El pensador Irlandés, que influyo en el Marx y en el naciente sindicalismo, William Thompson  (1775- 833) con su amiga también cooperativista  Anna Doyle Wheeler (1785-1848) escribieron “La Demanda de la Mitad de la Raza Humana, las Mujeres” en la lucha por los derechos políticos de la mujer.
Quizás esto es lo esencial para reflexionar en estos días de marzo, cuando celebramos el día de la mujer, felicitándolas con todo el cariño que sea posible.

Acerca de la efervescencia de los pueblos musulmanes y los temores de los países occidentales

Occidente también ha recorrido caminos dificiles en la construcción de los valores democráticos 

Los pueblos tienen derecho a encontrar su propia ruta histórica sin intervención imperial extranjera

Los medios occidentales olvidan y manipulan la historia

Actualmente  vivimos un momento histórico que tiene estupefacto a ese occidente democrático. Los países del mediterráneo sur, el llamado Magreb y Egipto y varios países musulmanes de oriente próximo y la península Arábiga, viven el mayor proceso de rebelión de los pueblos de Túnez, Egipto, Libia, Marruecos, Yemen, Irán, Jordania, Bahréin y Siria, contra sus autoritarios y codiciosos gobernantes, algunos de ellos respaldados por occidente, no obstante sus conocidos despóticos estilos de gobierno.
Si bien la historia humana no se repite, si se intuyen largos procesos cuasi-cíclicos. Los pueblos orientados por una cultura dominada por la religión musulmana, han decidido retomar la lucha por los valores que  como los de la libertad y democracia, nacieron, precisamente en la región de la encrucijada entre oriente y occidente, Grecia y Egipto, donde las postularon los filósofos  griegos y helénicos, que, no hay que olvidar son tanto patrimonio de occidente cristiano como de los pueblos árabes que, fueron precisamente quienes, los conservaron durante la larga edad media europea.
Ahora que los hoy poderosos Estados democráticos capitalistas occidentales, encabezados por los Estados Unidos, hacen llamados al respeto a los derechos humanos y proponen sus actuales  logros y modelos democráticos  como la meta para estas rebeliones de esos pueblos no podemos olvidar lo violento y sangriento que fue el proceso occidental que lo ha llevado hasta la democracia y la sociedad opulenta –aunque en crisis- de hoy.
El  proceso de nacimiento de la Modernidad en Europa cristiana, que se prolongó principalmente durante los siglos XVI al XVIII, permiteron la consolidación de los valores políticos y culturales que hoy enorgullecen a las llamadas sociedades democráticas occidentales, pero su partera  fueron la guerras religiosas, las crueldades contra poblaciones civiles, las revueltas campesinas y burguesas y la terquedad obscena de reyes y monarcas autoritarios y avaros.  Finalmente, y tal vez paradójicamente,  los valores de Libertad, justicia, pluralismo religioso, ideológico y político; subordinación del Estado al ordenamiento jurídico;  división del Estado en ramas autónomas; reconocimiento de los derechos humanos, etc. son los logros de ese largo proceso de maduración violenta de occidente.
Paradojas, que demuestran esto, se han multiplicado durante la construcción del modelo democrático occidental: el reconocimiento del pluralismo religioso como una conquista humana pasó por crueles guerras religiosas entre poderosos imperios que disputaban el dominio sobre pueblos, mediante las más crueles expoliaciones a nombre de banderas religiosas, en que tanto católicos como protestantes hicieron gala de crueldad y cinismo en los siglos XVI al XVIII.  
La revolución francesa que derrocó el despotismo odioso de las monarquías ilustradas, a nombre de la igualdad, la libertad y la fraternidad, lo hizo dotada de guillotinas  y haciendo gala de luchas internas que culminó coronando a un “emperador revolucionario”, que quería perpetuarse con su familia en el poder sobre Europa.
La conquista de la  libertad e independencia de naciones oprimidas y explotadas por los europeos, derecho inalienable de  los pueblos de todo el planeta, nos costó duras guerras de independencia para finalmente derrotar a la arrogancia de los imperios europeos, que mientras colonizaron y explotaron América, África, Asia y Oceanía, consideraron a los pueblos indígenas como salvajes inferiores. En ese proceso de doble naturaleza: de conquista y de civilización promovieron  el horror de la esclavitud de los pueblos de África negra, vergüenza que aún no ha sido suficientemente corregida por occidente.
Las últimas paradojas se vivieron en el siglo XX cuando la civilización europea orientada por la razón, la libertad y la búsqueda de la justicia social, fue capaz de dar origen a  regímenes stalinistas o engendrando  campos nazis de concentración o produciendo la técnica para las más peligrosas armas de haya tenido noticias la humanidad: las bombas atómicas.  
Pero eso sirvió para provocar un profundo desengaño de la razón, lanzando a la crítica y a la acción a los pueblos y los estados occidentales, que han asumido los valores de  la Libertad, el pluralismo, de democracia política y el reconocimiento de una creciente carta de derechos del ser humano y la naturaleza.
Ahora que los pueblos de cultura musulmana, religión tan monoteísta y  abrahámica como el propio cristianismo, se levantan contra sus propios tiranos, es momento de reconsiderar la actitud arrogante de muchos gobernantes y discursos de medios de comunicación occidentales que recomiendan el  remedio occidental como si fuera perfecto y universal.
 La mayoría de los gobernantes que han sometido a  estos valientes pueblos musulmanes hoy se justifican en discursos religiosos y actúan enriqueciéndose amparados en el autoritarismo rampante. Otros gobernantes, como en el caso de Gadafi de Libía se declara un muyahidín, luchador islámico contra el imperialismo de occidente, cosa cierta si se recuerda la lucha de Libia o Egipto o Argelia o Siria para sacudirse el yugo y el intervencionismo occdental, sin importar si era fuera Italiano, francés, alemán, Británico o Estadounidense, y construir su autonomía política nacional.
Todo esto hay que recordarlo y tomarlo en cuenta para no tragar entero los  discursos de los medios de comunicación que asustan con la mezcla de religión y política que hacen estos pueblos en sus luchas. Los Hermanos Musulmanes (Al Ijuan al Muslimin), por ejemplo,  nacieron en 1928 en Egipto, enfrentando el intervencionismo imperial británico, y si bien ha dado fundamento ideológico a las organizaciones radicales musulmanas de todos los pelajes, también ha dado inspiración a las luchas contra los gobernantes autócratas y contra las intervenciones occidentales.
Política, lucha social, tribalismo y religión se fusionan en distintas dosis y sentidos en el mundo musulmán, pero, todo lo indica, los pueblos luchan por los mismos valores que occidente ha construido a su manera original e irrepetible (ojalá no se repitan las guerras y las atrocidades de occidente), pero ellos, los pueblos musulmanes tiene el derecho de descubrir su propia versión de democracia y libertad.
Para establecer Libertad, justicia social, democracia política y pluralismo, en pueblos antiguos organizados en comunidades y tribus, no se puede recorrer un camino calcado al modelo occidental cristiano. Si bien se comprende el temor, que sienten en EU y en Europa tradicional - y en su aliado Israel- al renacimiento de estos pueblos que han dado origen a naciones y reinos que en el pasado lejano, y reciente, han amenazando la cultura y los intereses occidentales. Pero si algo ha sido comprendido y aceptado como núcleo del patrimonio de la democracia occidental, es que cada pueblo tiene derecho a recorrer su propia historia, sin intervenciones armadas extranjeras, ciertamente aprendiendo en la sociedad global actual, pero construyendo a su manera original y libre, respetada solidariamente por los demás pueblos de la tierra.