A DONDE SEÑALA LA GUERRA ENTRE RUSIA Y UCRANIA

Por Carlos Orlando Santana G.

La guerra en Ucrania, en que el moderno y poderoso ejército ruso está penetrando en el territorio de Ucrania, con el declarado propósito de desmantelar la infraestructura y poder militar del Estado Ucraniano y obligándolos a declararse militarmente neutrales, no uniéndose a la OTAN, tiene dimensiones que superan el cotidiano aguacero de noticias sesgadas por los intereses de las partes y por los afanes de los Estados participantes.

La guerra en nuestra época, mucho más que en otros momentos de la historia, se perpetra en los complejos territorios del imaginario social. Ciertamente se disputan carreteras, ciudades, campos e instalaciones logísticas y militares, pero también se contiende por el control de la llamada opinión pública en todas las sociedades humanas, de cada continente y cada nación. En este terreno, el de las mentalidades y el imaginario, se tienen las primeras pérdidas, como dice la frase de cajón, la “primera víctima de la guerra es la verdad”.

Pero hay que agregar que la verdad ya está herida gravemente desde la guerra fría, desde los discursos del general Colin Powell, entonces secretario de EEUU, que aseguró que se invadía Irak para destruir las armas biológicas que al final nunca encontraron, aún después del millón de muertos tras la intervención de EUU y la OTAN en ese sufrido e histórico país; está herida desde la carrera de dos décadas por gastar y luego huir estrepitosamente de Afganistán. Será que podemos escuchar la verdad en estos conflictos contemporáneos, o ya será muy difícil revivir la agonizante verdad.

Lo que se puede es intentar, desde este sur latinoamericano, desentrañar la red de intereses de potencias y alianzas. Porque la primera cosa es que esta guerra entre Rusia y Ucrania es un episodio, quizás trascendente, de una lucha entre poderes económicos, culturales y políticos de dimensión global. Quizás sea expresión de un cambio en el modelo actual de dominio global. Quizás el principio del fin de un periodo de la historia.

Después de la segunda guerra mundial, se estableció un orden claro pero que debía evolucionar en el escenario de competencia entre modelos supuestamente opuestos. Estados Unidos se colocaría a la cabeza de occidente como el abanderado de la democracia con estado de derecho, con una visión de derechos humanos y sistemas electorales, y claro lo central, un libre mercado que todo lo acaparó todo hasta culminar en la avara globalización financiera neoliberal. Ese escenario lo proteger la flota de los Estados Unidos, su red de bases y alianzas expandida por todo el planeta.

De la otra parte, estaba, La Unión Soviética y su alianza con países satélites de Europa en el Pacto de Varsovia, con su propuesta de revolución comunista con democracias populares de corte autoritario, que debían resolver la pobreza; los derechos económicos, con prioridad sobre los derechos políticos. Era clara la intención de expandir esa versión de revolución comunista a todo el planeta y se armó para ello y fracasó.

Ese orden mundial bipolar propio de la Guerra Fría, que se sacudió con la caída del muro de Berlín y la debacle de la Unión Soviética, pretendió ser remplazado por el dominio de una sola superpotencia, EE. UU. y sus aliados de América, Europa, lejano oriente (japón y Corea del Sur) y Australia. América latina seguiría siendo el disciplinado patio trasero estancado en esa subordinación. A esa compleja alianza le han asignado en los medios un nombre de arraigo histórico y cultural: Occidente. Pero cumplir la doctrina del destino Manifiesto, materializada en ser la poderosa Potencia democrática, cabeza de la alianza occidental, parece ahora una tarea casi imposible para la decadente democracia norteamericana.

Es que resurgió China, el antiguo imperio multicultural con la mayor porción de la población humana. Al principio con una versión tradicional de revolución comunista, y luego creciendo como “economía de mercado socialista”, entrelazando su economía con la de los propios Estados Unidos, y sustituyéndolos en su papel de la fábrica del mundo. Al tiempo China está, ante los asombrados ojos de la opinión pública mundial, estableciendo una red de comercio global, la Nueva Ruta y Franja de la Seda, que es la más formidable red de alianzas y cooperación en África, Asia y Europa, con características que nunca habían existido, hasta el punto de conseguir consumidores y abastecedores de recursos por todo el planeta. Vivimos el momento en que China compitiendo va remplazando, no sin resistencias, hasta ahora pacíficamente, a la potencia norteamericana. También en América Latina esta estrategia de inversión de la potencia China es creciente, al punto de convertirse en fundamental para una forma de desarrollo, que aún no aclaramos.

La Ruta y Franja de la Seda 2016

Y en ese escenario Rusia, se siente agredida por la Alianza militar de Occidente. La OTAN, luego de ganar la guerra fría, de ver desaparecer su enemigo declarado, la alianza del pacto de Varsovia, no se conformó con ese triunfo -para el que existía- sino que se reformuló para incluir en la alianza a los países de Europa oriental y luego los que eran parte de la propia Unión Soviética, disuelta en medio de un trauma histórico. A mediados de la última década del siglo pasado el Gobierno de Clinton propuso la ampliación de la OTAN a los países que llamó “democracias emergentes de Europa” oriental. Este proceso, iniciado hace casi tres décadas, se valió de la debilidad de Rusia de ese momento y reconfiguraba el poder global. En los primeros años de su derrumbe, se desarrolló en Rusia un capitalismo neoliberal, una democracia con fuertes tintes nacionalistas y con sus propias características heredadas de los imperios del pasado, de la vieja Madre Rusia y sus revoluciones.

Pero hoy Rusia se siente rodeada, así lo viene declarando Putin, y así se ve en los mapas y en la historia. Y no es la misma Rusia derrotada del 90.  Ahora, el Ministerio de Defensa Ruso dice haber encontrado instalaciones científico-militares en Ucrania con Laboratorios de armas químicas, claro está financiados por los Estados Unidos. Rusia es capitalista y ambiciona un futuro poderoso y ahora está deteniendo a la OTAN y perturbando la economía mundial. NO quiere vivir con el competidor armado a su lado. Quiere recuperar su espacio, el que le niega la Alianza Militar OTAN, al ubicarse cada vez cerca a sus fronteras.

NO se puede ignorar que la identidad y cohesión de la sociedad Rusia se da sobre la base de una historia y nacionalismo antiguos y una democracia a su manera, marcada por su cultura. En esta guerra se juega, claro está, el futuro de un par de naciones vinculadas históricamente: una grande, Rusia y una pequeña, Ucrania. Pero principalmente se juega un capítulo de un momento en la historia en que se están dando profundo cambios en las formas de dominación planetaria. LA ruta de la Seda siglo XXI pasa rumbo a Europa occidental, por Ucrania y Rusia. Y la organización multipolar del poder en el planeta se asoma, remplazado la unipolar de Estados Unidos. Pero no sabemos si para vivir una época en paz, con el asombroso desarrollo tecnocientífico, que nos pueda llevar al espacio, con economía realmente sostenible y comercio global justo dejando el efímero modelo neoliberal, un periodo capaz de superar el reto de la crisis ambiental global o, desafortunadamente, para padecer una caída por el abismo del acelerado cambio climático, las guerras, las sequias, las pandemias y la extinción de muchas formas de vida, y posiblemente la de nuestra paradójica y muy compleja especie.

Los derechos de la mujer en las sociedades musulmanas y cristianas actuales


Los derechos de la mujer en las sociedades musulmanas y cristianas actuales: 

Reflexiones sobre la tradición religiosa, la presión laica  y la discriminación

Carlos Orlando Santana G.[1]

En la cultura de la sociedad contemporánea hipertecnologizada en un capitalismo globalizado controlado por el calculador sector financiero, las tradiciones sobreviven, se recrean y se expresan en cada sociedad de forma diferenciada. Los valores de la modernidad laica occidental se nos presentan como fundamentales para el modelo democrático que señala el sueño ilustrado de la libertad, la igualdad y la fraternidad, que debería acoger a todos los miembros de la sociedad incluyendo, por su puesto, a la mujer. Pero evadiendo hacer una crítica a esta utopía ilustrada (por ejemplo la fraternidad con esto del neoliberalismo está prohibida por los discursos dominantes de ganancia desmesurada y crecimiento destructivo de naturaleza) es evidente que existen  paradójicos valores heredados del pasado tradicional. Uno de esos atávicos valores, que no han sido superados plenamente por las sociedades liberales modernas es el patriarcalismo y su expresión más conspicua: el machismo.


Las sociedades modernas occidentales europeas y americanas (incluidas las latinoamericanas) esencialmente cristianas (católicas, protestantes, anglicana, ortodoxas) llegaron racional y revolucionariamente al un modelo de sociedad laica democrática liberal, pero existe con diferentes grados de reconocimiento de los derechos y maduración de un Estado de Derecho que ha permitido una tenebrosa cohesión social, conservando privilegios e inequidades.

Uno de esos aspectos es la discriminación patriarcal de la mujer. Y hay que recordar que estos avances de la modernidad racional laica son diferentes en cada sociedad, y esto se vincula principalmente, aunque no únicamente, a la religión, ella por sí misma importante herencia y patrimonio cultural, pero que muestra continuamente varios rostros luciferinos en iglesias fundamentalistas  y sectas cristianas protestantes.

De otra parte, en las sociedades contemporáneas modernas herederas de la tradición islámica que se extienden por Asia y África, el proceso de separación del Estado de las iglesias, conocido como la laicización de los Estados, se ha desarrollado de manera diferencial. No es lo mismo en Turquía, oficialmente Estado laico al estilo europeo desde 1924, donde la fe religiosa Islámica, en sus diferentes versiones, es superior al 98% (Datos macro.com 2020), a el caso de Arabia Saudita, donde  la adhesión a la religión Islámica también supera el 95 % de la población, pero dirigida por una Monarquía Teocrática musulmana, que vulnera abiertamente los derechos. 

Los monarcas Sauditas, de orientación Sunita, imponen y cuidan rigurosamente que las normas patriarcales tradicionales religiosas que rigen la familia y la vida cotidiana se cumplan. recordemos que estableció desde 1940 una policía religiosa coordinada desde el Comité para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio o Haia, que se dedica a hacer cumplir en las calles la ley islámica, Sharia, relacionadas con las formas de vestir de la mujer exigiendo la utilización de la Abaya o manto negro, la separación de hombres y mujeres en espacios públicos, utilización de turbantes y barba en hombres y hasta hace poco la prohibición a la mujer de manejar automóvil o del uso de teléfonos con cámara, con el pretexto de proteger la dignidad de la mujer.

Debemos mencionar que en países fundamentalistas islámicos las medidas contra la libertad de la mujer y por su puesto contra cualquier forma no tradicional musulmana de comportamiento humano, son muy fuertes. En algunos caso, como Arabia Saudita o su rival revolucionario, la República Islámica de Iran, de orientación Shiita, aún entendemos es muy fuerte la discriminación contra la mujer, mientras que en otros la segregación oficialmente es más laxa, como en los casos del reino de Marruecos, Egipto o de la República de Turquía, donde se han desarrollado movimientos feministas que, a diferencia de occidente,  buscan fundamentarse en luchas anticoloniales y en interpretaciones jurídicas de los preceptos religiosos contenidos en El Corán, que, paradójicamente, reconoce la igualdad entre hombres y mujeres, pero al mismo tiempo da fundamento a las formas más radicales de discriminación y machismo. (ALI 2014). Eso no pasa solamente con el Coran, también la Biblia inspira y sustenta comportamientos culturales discriminatorios y simultáneamente ideas emancipadoras contra las estructuras sociales que mantienen la inequidad social.




Esto, que señalamos en las sociedades islámicas, es decir la existencia e imposición patriarcal de los valores de la sociedad machista, ocurre en muchos Estados donde sobreviven los modelos teocráticos de ejercicio del poder y la dominación política, que  si bien han sido superados jurídicamente en Europa y los demás paises cocidentales que se precian de democrátios, no debemos olvidar reinaron durante la milenaria edad media y solo hasta la revolución ilustrada del siglo XVIII y XIX iniciaron su retroceso,  pero  no podemos desconocer que estos valores machistas, aún no se superan en la cultura que rige la vida cotidiana,  y que en millones de  personas permanecen orientando comportamientos machistas, homofóbicos, discriminatorios todavía  arraigados en la profundidad de las conciencias y de la sociedad.


Desde que las luchas de las mujeres, en occidente, por sus derechos políticos y económicos, iniciada en el siglo XIX y luego la liberación femenina del siglo XX, lograron que las legislaciones fueran transformándose hasta reconocer en el derecho positivo la igualdad, se ha avanzado en occidente, pero, el machismo permanece en el ethos latinoamericano, como herencia de formas católicas  venidas desde el propio periodo colonial y ahora reforzada por religiosidades cristianas fundamentalistas actuales, que crecen fanaticamente en nuestros barrios y veredas vulnerando la libertad y el pensamiento critico que es esencial para la transformación social y la emancipación del ser humano. Estas ideas no solo reproducen el machismo, también contribuyen a mantener los modelos de sociedad explotadora neoliberal que hoy evade la  reconciliación ecológica, solo basta con recordar que desde que aquel mensaje fundador del génesis se orientó a occidente a la  explotación desmesurada de las personas y la  naturaleza  diciendo: "y los bendijo con estas palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo.»





[1] Opúsculo escrito para las clases asignaturas de Humanidades: Sociología Jurídica, Epistemología para las Ciencias Sociales y Dinámica Sociocultural, dictadas en Derecho de la Universidad Cooperativa de Colombia, en marzo-abril 2020.

Edgard Morin "Una mente luminosa"



Edgar Morin: Merece dedicarle un tiempo para conocerlo, recordarlo o discutirlo. Para pensar en si es tiempo de reconocer que nuestra comprensión de La Realidad ha desconocido su condición compleja. Eso lo que significa es que los humanos occidentales hemos asumido y creido entender la ciencia, natural y social, y tambien nuestras formas de sentir, crear, vivir, pensar, sufrir y gozar, a partir de principios pardigmáticos profundos parciales, incompletos, desconectadores, que nos han llevado a la sociedad de la incompletud, de la inequidad, de la destrucción de nuestros lazos con la naturaleza y con la humanidad. Es tiempo de reentender nuestras formas de sentir y pensar. En ello Edgar Morin, que cumplirá 97 años el próximo 8 de julio, nos toca profundamente el alma con su pensamiento y su vida.

LA CARA NATURAL Y OCULTA DEL CENTRO DE BOGOTÁ


Reflexiones sobre la riqueza natural y sobre la mentalidad urbana consumista de espaldas a la naturaleza

 Quienes habitamos en el centro de Bogotá, recorriendo las sinuosas calles de los barrios populares apretados en los rocosos cerros orientales de la sábana de Bogotá, o que afanados  corremos por la avenidas del centro internacional o  por las abarrotadas callejuelas de comercio de san Victorino o disfrutamos el Centro Histórico por el barrio de La Candelaria, o los que hacen diligencias en el antiguo barrio de Las Nieves donde cada día caen antiguas casonas o envejecidos edificios para ver crecer edificios con pretensiones de rascacielos, olvidamos que estamos dando la espalda a una enorme zona donde reina un mundo antagónico al ruidoso y estresante ritmo de la ciudad: se trata de la zona rural de la localidad de Santa fe.
El centro de Bogotá a se divide en dos localidades: La Candelaria completamente urbana e histórica y La de Santa fe que aprieta su vida urbana en 625 hectáreas, que representan algo más 15,4% de su jurisdicción. Las otras 3.820 hectáreas están más allá del contaminado centro; viven y nos dan vida más allá de los cerros de Monserrate y Guadalupe.
Cerros tutelares de Bogotá: Monserrate y Guadalupe.
la ciudad no conoce la riqueza natural que está a sus espaldas
fotgrafía Orlando Santana

Allí, por encima de los 3.100 metros -más cerca de las estrellas- late una parte del páramo de Cruz Verde, que en el pasado estaba conectado con el de Sumapaz, el páramo más grande del planeta tierra. Allí cada día se engendra el agua pura gracias al maravilloso ecosistema que relaciona el viento, las nubes, los frailejones, los fiques, los pajonales, los mugos, los bosquecillos de árboles achaparrados, los líquenes que trasforman las rocas, las plantas lycopodium de tallos caminadores, muchas especies de insectos, aves, roedores y otra fauna, muy golpeada por la presencia humana.
Es una zona protegida donde no se puede hacer minería o labores industriales –como en otras partes pretenden los fascinados por el oro negro y dorado- pero que ha sido muy intervenida por la actividad humana. Existen zonas con bosques de especies foráneas como pinos que se sembraron cuando no se comprendía la fragilidad y la importancia estratégica de los páramos. También, están presentes las actividades de economía campesina que incluyen la cría de ganado vacuno, truchas, animales de corral y por su puesto el cultivo de alimentos tradicionales. Hoy una ruta del SITP rojo o especial recorre con horarios restringidos la ruta rural por la carretera que conduce a Choachí y a la región del Oriente cundinamarqués.
Fiques y frailejones frolecidos en el Páramo de Cruz Verde en la Localidad de Santa Fe
fotografía Orlando Santana

La zona rural de la Localidad Santa fe, la del centro, como las cercanas de Chapinero (2.500 hectáreas rurales) y Usaquén (2.507 hectáreas rurales) pertenecen a la cuenca alta del río Teusacá, que nace en la laguna del Verjón y tributa al norte de la sabana sus aguas al rio Bogotá y corre por detrás de los cerros que todos vemos desde la ciudad.  Podríamos mencionar algunas quebradas que nacen en esa hermosa zona rural: quebrada el Verjón, La Esperanza, Tembladores, Montañuela, El Tagual, La Honda, El Barro, Farías, El Barrito o La Centella, dejando de lado muchas cañadas y nacederos.
Pero además de esos cerros se precipitan hacia la zona urbana del Centro el río Arzobispo que corre por el parque nacional; El río San Francisco o Vicachá del que su memoria se entierra por canales subterráneos en el centro de Bogotá, evocado apenas en canal del eje ambiental. En el desembocan las quebradas Santo Domingo, Las Brujas, Roosevelt.  También se destaca el río San Agustín, en el que vierten sus aguas las quebradas Manzanares, San Dionisio, El Chorrerón, El Soche y Santa Isabel. De ellas saben los habitantes de los barrios del centro oriente, pero son desconocidas para el resto de la enorme ciudad que vive afanada de espaldas a nuestras riquezas naturales.
 En las alturas de los cerros se condensa el agua que nos da vida. En ese territorio rural de las localidades que comparten los Cerros, Usaquén, Chapinero, Santa Fe, San Cristóbal y Usme, del que las comunidades que vivimos y trabajamos en las áreas urbanas nos olvidamos, bulle la naturaleza y sobrevive al impacto de la acción del ser humano que la explota sin reparar en el futuro del planeta y de la vida. Es hora de cambiar la idea que la naturaleza existe para ser explotada por nosotros a cualquier costo, es la época para cambiar al paradigma cultural del hiperconsumismo para remplazarlo por el del reconocimiento de que el ser humano es parte de la naturaleza, que su civilización emergió de la Naturaleza y que no puede sobrevivir sin ella. Que es nuestra responsabilidad el futuro del planeta, así sea solo porque en el vivirán las próximas generaciones humanas que tienen igual derecho que nosotros de vivir en un planeta sano.

¿Qué le pasó a la iglesia católica con el NO a la paz en Colombia?


Jerarquías católicas colombianas contribuyeron al NO en el plesbicito que negó la aprobación al acuerdo de paz



¿Qué le pasó a la iglesia católica o mejor a varios de sus poderosos jerarcas? Pues parece que se asustaron de la ventaja que eventualmente obtuvieran, con su iniciativa exaltada, los muchos líderes (pastores y pastoras) de las iglesias y sectas cristianas protestantes, que manipulaban el tema del género (diferencia sexual entre seres humanos y su compleja expresión social) para deslegitimar la propuesta moderna, de conseguir la equidad entre géneros.
Fue el temor a la iniciativa de las iglesias cristianas protestantes el que los hizo actuar dudando entre el SI y el NO; el miedo que a algunos jerarcas los tiene trasnochados: por cada barrio y vereda del país surgen en garajes templos improvisados en donde un pastor o pastora predica con delirio -acompañados de música y milagros- la salvación de las almas, hoy tan amenazada por el anticristo, el demonio de las mil cabezas que son las ideas modernas de la razón, los principios democráticos de la tolerancia, la libertad individual, la pluralidad cultural y los conceptos científicos de la física relativista o la evolución de la vida o el universo.
 Y es que, en esos garajes y patios, improvisadamente sacralizados, se les esfuman centenares, miles de feligreses católicos.
Así que salieron medrosamente, en esa compañía fanatizada, a atacar la “ideología de género”, que tantos pecados y perversiones debe estar sembrando en el mundo. Contra ella también luchan fanáticos cristianos en E. U. y musulmanes en los territorios del califato del terror, ISIS, pues debe ser, se deduce de la prédica de esas mentes acaloradas, una de las señales del apocalipsis.
Y así, con esa forma timorata de actuar los jerarcas católicos colombianos asustados (afortunadamente el Papa Francisco actuó en sentido contrario) sirvieron, seguro involuntariamente, a la mentira de los fanáticos de muchas de estas sectas cristianas protestantes o de algunas ultra católicas, que con el Uribismo coincidieron en utilizar las verdades a medias y las mentiras completas para asustar ciudadanos desprevenidos.
Según aquellos sectarios, en el acuerdo de paz estaba entronizándose una ideología perversa de género. Nunca reconocieron (o leyeron) que en el acuerdo la palabra género está vinculada a la tarea de incluir un enfoque diferenciado entre hombres y mujeres para beneficiar a estas últimas que son víctimas de la guerra, o a la la necesidad de establecer mecanismos para construir equidad entre hombres y mujeres o al reconocimiento de la pluralidad en preferencias sexuales que algunos seres humanos tienen derecho a expresar.
Ahora nos encontramos, con su divina ayuda, en la situación de ser el único país del mundo que niega un acuerdo de paz que terminaría una guerra que ha herido y enfermado a cinco generaciones, y todo esto para que, como ellos dicen, este “bello país no fuera irremediablemente poseído por el demonio” del comunismo castro chavista y por la ideología de género que destruye tradiciones, familias y propiedades.
La religiosidad intransigente en esta época de individualismos y despolitización mediática, es un tema a considerar seriamente si queremos construir una sociedad laica, donde el Estado democrático, con educación laica y científica y con libertades políticas y sociales, esté separado de las verdades insondables de la religión. Sin Estado laico y neutral en estos temas no será posible la democracia donde la libertad de creer o no sea garantizada. La paz depende de ello también, lo ha demostrado la historia humana.
A propósito, ¿cuantos días tardará Uribe, y sus socios en el No, en hacer propuestas claras para dar continuidad al proceso de paz? O es que la predican, la paz, pero no la quieren aplicar?.