Guerra de Iraq. Soldados norteamericanos rezando antes del combate (foto AP) |
Las luchas de unos pueblos contra otros, en defensa de sus
respectivas interpretaciones religiosas y con Fe en el apoyo de sus dioses, se han prolongado tanto tiempo que como
resultado terminan consolidando odios y xenofobias milenarias. Hoy tenemos
ejemplos dramáticos muy dolorosos: las guerras contra los terroristas de ISIS o los de los Talibanes o Alcaeda, que envueltos
en la negra bandera de sus versiones obnubiladas del Islamismo, en Europa, África
y Asia siegan la vida de centenares y desplazan a millones de personas
inocentes. Y argumentan, estos yihadistas,
para explicar sus agresiones la validez suprema de las leyes que supuestamente
les entregó su Dios en un libro sagrado. Reivindican la violencia alegando que sufren la agresión de lo laico occidental y
cristiano, manipulando el recuerdo de las crueles cruzadas cristianas de la
edad media hasta las agresiones culturales y económicas de occidente cristiano.
Podríamos recordar también, que las guerras
religiosas en Europa ocupan siglos de su historia, protestantes contra
católicos, católicos contra protestantes, con anécdotas insuperables en crueldad
y arrogancia: desde hogueras para los herejes, hasta masacres con nombres de santos,
figuran entre sus más conspicuas acciones. Persecuciones a Judios, a brujos y
brujas, a herejes, a científicos son solo botones para la muestra. Pero para que seguir mencionando si la lista
es larga y triste de recordar.
Ahora bien, desde hace casi dos siglos la ciencia ha venido
avanzando en el acercamiento a problemas que las religiones han resuelto tradicionalmente
sin espacio a la duda. La ciencia moderna, observando, criticando y cambiando
permanentemente, ha descubierto que los humanos somos herederos de una larga
odisea evolutiva de la materia y la energía, proceso que no ha culminado, pero
que nos ha diferenciado de las otras
especies vivas, dándonos la capacidad de razonar, de amar y de actuar. Dándonos,
por consiguiente, la responsabilidad ética de pensar y actuar para entender y
preservar la vida en la tierra, a la que
pertenecemos totalmente, y así aspirar a encontrar la felicidad colectiva.
La bandera de ISIS dice: "no hay más dios que Alá" y en círculo: ""Mahoma es su profeta" |
La ciencia ha trazado ya las grandes líneas de un mapa de la
larga historia del Universo, la tierra y la vida. Eso nos ha hecho conscientes
de nuestro origen y nos permite hacernos grandes preguntas sobre la
responsabilidad que recae en las manos del ser humano, no de sus Dioses y sus
profetas. Entender que no le debemos todo, existencia, presente y futuro, a
Dios alguno debería permitir reencontrarnos todos, los humanos, como hijos de
la evolución, la misma que han recorrido todas las especies, proceso que ha
tomado miles de millones de años, escala temporal difícil de comprender, pero
evidenciada como complejo fenómeno natural, no como explicación cultural y
religiosa.
Hoy sabemos que somos parte integral del todo planetario, que
lo que hacemos, y me refiero a individuos, pueblos, Estados o cualquier poder
político o modelo económico, influye
sobre los demás humanos y sobre la naturaleza. Ya entendemos que No dependemos
de voluntades divinas, somos responsables por nosotros mismos como especie vinculada
con las demás formas de vida en el entorno planetario. Lo que hagamos es
nuestra decisión, no la de un Dios salvador o castigador.
Ahora, nos tenemos que preguntar por la posibilidad de
superar y quizás abandonar, la idea tan arraigada de que la explicación que me
da mi dios, mi religión o mi iglesia es la verdadera y la de los demás es la
equivocada. Esos tiempos y esas actitudes pueden ser superados, la humanidad
puede madurar. No digo que madurará, eso sería Fe. Y eso lo puede hacer la
humanidad en las próximas generaciones porque ya existe una perfeccionable ética
secular, que no requiere de normas inamovibles ideadas en cielos u otras
moradas divinas. Podemos avanzar hacia una humanidad pacífica, defensora de la
libertad y el pluralismo en los planos étnico, cultural, ideológico, sexual,
etc.; una humanidad que se refunde en valores ya identificados que se
establecen en el reconocimiento y respeto los derechos del otro y de los otros,
en una naturaleza frágil de cuyas relaciones dependemos plenamente, con la cual
tenemos responsabilidades vitales, superando los abrumadores modelos de consumo
desmedido y enajenante movido por la desaforada carrera tras la ganancia egoísta,
tras la ambición de un crecimiento sin
límite, cosa imposible en un planeta finito, de recursos escasos y relaciones
naturales frágiles e interdependientes.
No digo que así será, no se trata de fantasear con una nueva
profecía, la de la libertad y la felicidad. Digo que puede ser, dependerá de
nuestra propia voluntad, somos libres de escoger. Ningún Dios ni ningún héroe
nos salvarán, todo depende de nosotros los humanos.