Acerca de la efervescencia de los pueblos musulmanes y los temores de los países occidentales

Occidente también ha recorrido caminos dificiles en la construcción de los valores democráticos 

Los pueblos tienen derecho a encontrar su propia ruta histórica sin intervención imperial extranjera

Los medios occidentales olvidan y manipulan la historia

Actualmente  vivimos un momento histórico que tiene estupefacto a ese occidente democrático. Los países del mediterráneo sur, el llamado Magreb y Egipto y varios países musulmanes de oriente próximo y la península Arábiga, viven el mayor proceso de rebelión de los pueblos de Túnez, Egipto, Libia, Marruecos, Yemen, Irán, Jordania, Bahréin y Siria, contra sus autoritarios y codiciosos gobernantes, algunos de ellos respaldados por occidente, no obstante sus conocidos despóticos estilos de gobierno.
Si bien la historia humana no se repite, si se intuyen largos procesos cuasi-cíclicos. Los pueblos orientados por una cultura dominada por la religión musulmana, han decidido retomar la lucha por los valores que  como los de la libertad y democracia, nacieron, precisamente en la región de la encrucijada entre oriente y occidente, Grecia y Egipto, donde las postularon los filósofos  griegos y helénicos, que, no hay que olvidar son tanto patrimonio de occidente cristiano como de los pueblos árabes que, fueron precisamente quienes, los conservaron durante la larga edad media europea.
Ahora que los hoy poderosos Estados democráticos capitalistas occidentales, encabezados por los Estados Unidos, hacen llamados al respeto a los derechos humanos y proponen sus actuales  logros y modelos democráticos  como la meta para estas rebeliones de esos pueblos no podemos olvidar lo violento y sangriento que fue el proceso occidental que lo ha llevado hasta la democracia y la sociedad opulenta –aunque en crisis- de hoy.
El  proceso de nacimiento de la Modernidad en Europa cristiana, que se prolongó principalmente durante los siglos XVI al XVIII, permiteron la consolidación de los valores políticos y culturales que hoy enorgullecen a las llamadas sociedades democráticas occidentales, pero su partera  fueron la guerras religiosas, las crueldades contra poblaciones civiles, las revueltas campesinas y burguesas y la terquedad obscena de reyes y monarcas autoritarios y avaros.  Finalmente, y tal vez paradójicamente,  los valores de Libertad, justicia, pluralismo religioso, ideológico y político; subordinación del Estado al ordenamiento jurídico;  división del Estado en ramas autónomas; reconocimiento de los derechos humanos, etc. son los logros de ese largo proceso de maduración violenta de occidente.
Paradojas, que demuestran esto, se han multiplicado durante la construcción del modelo democrático occidental: el reconocimiento del pluralismo religioso como una conquista humana pasó por crueles guerras religiosas entre poderosos imperios que disputaban el dominio sobre pueblos, mediante las más crueles expoliaciones a nombre de banderas religiosas, en que tanto católicos como protestantes hicieron gala de crueldad y cinismo en los siglos XVI al XVIII.  
La revolución francesa que derrocó el despotismo odioso de las monarquías ilustradas, a nombre de la igualdad, la libertad y la fraternidad, lo hizo dotada de guillotinas  y haciendo gala de luchas internas que culminó coronando a un “emperador revolucionario”, que quería perpetuarse con su familia en el poder sobre Europa.
La conquista de la  libertad e independencia de naciones oprimidas y explotadas por los europeos, derecho inalienable de  los pueblos de todo el planeta, nos costó duras guerras de independencia para finalmente derrotar a la arrogancia de los imperios europeos, que mientras colonizaron y explotaron América, África, Asia y Oceanía, consideraron a los pueblos indígenas como salvajes inferiores. En ese proceso de doble naturaleza: de conquista y de civilización promovieron  el horror de la esclavitud de los pueblos de África negra, vergüenza que aún no ha sido suficientemente corregida por occidente.
Las últimas paradojas se vivieron en el siglo XX cuando la civilización europea orientada por la razón, la libertad y la búsqueda de la justicia social, fue capaz de dar origen a  regímenes stalinistas o engendrando  campos nazis de concentración o produciendo la técnica para las más peligrosas armas de haya tenido noticias la humanidad: las bombas atómicas.  
Pero eso sirvió para provocar un profundo desengaño de la razón, lanzando a la crítica y a la acción a los pueblos y los estados occidentales, que han asumido los valores de  la Libertad, el pluralismo, de democracia política y el reconocimiento de una creciente carta de derechos del ser humano y la naturaleza.
Ahora que los pueblos de cultura musulmana, religión tan monoteísta y  abrahámica como el propio cristianismo, se levantan contra sus propios tiranos, es momento de reconsiderar la actitud arrogante de muchos gobernantes y discursos de medios de comunicación occidentales que recomiendan el  remedio occidental como si fuera perfecto y universal.
 La mayoría de los gobernantes que han sometido a  estos valientes pueblos musulmanes hoy se justifican en discursos religiosos y actúan enriqueciéndose amparados en el autoritarismo rampante. Otros gobernantes, como en el caso de Gadafi de Libía se declara un muyahidín, luchador islámico contra el imperialismo de occidente, cosa cierta si se recuerda la lucha de Libia o Egipto o Argelia o Siria para sacudirse el yugo y el intervencionismo occdental, sin importar si era fuera Italiano, francés, alemán, Británico o Estadounidense, y construir su autonomía política nacional.
Todo esto hay que recordarlo y tomarlo en cuenta para no tragar entero los  discursos de los medios de comunicación que asustan con la mezcla de religión y política que hacen estos pueblos en sus luchas. Los Hermanos Musulmanes (Al Ijuan al Muslimin), por ejemplo,  nacieron en 1928 en Egipto, enfrentando el intervencionismo imperial británico, y si bien ha dado fundamento ideológico a las organizaciones radicales musulmanas de todos los pelajes, también ha dado inspiración a las luchas contra los gobernantes autócratas y contra las intervenciones occidentales.
Política, lucha social, tribalismo y religión se fusionan en distintas dosis y sentidos en el mundo musulmán, pero, todo lo indica, los pueblos luchan por los mismos valores que occidente ha construido a su manera original e irrepetible (ojalá no se repitan las guerras y las atrocidades de occidente), pero ellos, los pueblos musulmanes tiene el derecho de descubrir su propia versión de democracia y libertad.
Para establecer Libertad, justicia social, democracia política y pluralismo, en pueblos antiguos organizados en comunidades y tribus, no se puede recorrer un camino calcado al modelo occidental cristiano. Si bien se comprende el temor, que sienten en EU y en Europa tradicional - y en su aliado Israel- al renacimiento de estos pueblos que han dado origen a naciones y reinos que en el pasado lejano, y reciente, han amenazando la cultura y los intereses occidentales. Pero si algo ha sido comprendido y aceptado como núcleo del patrimonio de la democracia occidental, es que cada pueblo tiene derecho a recorrer su propia historia, sin intervenciones armadas extranjeras, ciertamente aprendiendo en la sociedad global actual, pero construyendo a su manera original y libre, respetada solidariamente por los demás pueblos de la tierra.